24-26/09/2017- Salir de sí mismo comulgando con los demás

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24/09/2017 septembre 2017

Conferencia de retiro predicado por M. Zúndel en el Cairo, en 1940. No editada. Se añadieron títulos y apartados.

Encontrar nuestra alma

La perfección de una obra de arte está en llevar más allá de ella misma. Cuando una obra de arte es verdaderamente perfecta, nos eleva hasta que en cierto momento ya no la vemos porque nos ha llevado ante el cielo infranqueable y nos hace comulgar con lo incognoscible; y la grandeza de una obra de arte está en poder ir más allá hasta perdernos en el infinito. Y mientras más duradero sea este efecto, y más estemos en éxtasis, más bella y perfecta es la obra.

Y lo que vale en grado asombroso y maravilloso para una obra de arte, vale también para la vida exactamente de la misma manera. Cuando una vida nos hace ir más allá de esta vida, ir más allá de este ser, entonces es grande y hermosa.

Esta comparación tiene un valor inmenso porque todos hemos hecho la experiencia de la elevación que nos da una obra de arte. La perfección de la vida es justamente ser tan transparente que el encuentro con nuestra alma lleve a buscar más arriba.

Una religión del hombre y de servidumbre

Ahí está justamente el defecto esencial de nuestra religión. Hemos vivido nuestra religión para nosotros, en función de nosotros, y, buscando a Dios, nos hemos buscado a nosotros mismos. Hemos reducido a Dios a nuestros propios límites, lo cual es peligroso pues hemos hecho a Dios a nuestra imagen, es decir, un falso dios. Queremos ser perfectos para alcanzar nuestra propia perfección, ¡queremos servir a Dios para alcanzar nuestra salvación! Ponemos a Dios a nuestro servicio y Dios queda subordinado al hombre. Y llegamos a esta religión de hombre, en la cual el hombre ha llegado a esto: ha hecho tantas oraciones que ¡ya está! Dios está satisfecho y puede quedar tranquilo por un momento. Y pensamos que si damos un paso al lado de Dios, él puede dar un paso al lado de nosotros.

La moralidad solo puede consistir en ser cada vez más, cada vez más perfectamente; y Dios no puede relajar nada de las exigencias de la moral pues nos empuja cada vez más alto, nos ama sin parar, quiere que estemos cada vez más cerca de él y de su vida.

Y esa es la religión que ha hecho que estemos hartos de la religión. Esa religión no puede entusiasmarnos, es una religión de esclavitud, es falsa. Si al contrario Dios llena todo, él es todo y pide todo porque lo da todo.

La religión que nos une con Dios

Pienso en esa mujer inteligente y descarriada que había tratado de alejar toda su familia de la fe en Dios cuando encontró un monje con quien fue demasiado ligera. Viendo que esa mujer tenía agallas, él la dejó hablar y en seguida le pintó una imagen tan hermosa y elevada de la religión que ella, sorprendida, le respondió: “Si Dios es lo que usted dice, tengo que amarlo, y lo amo.” Y terminó sus años en un convento.

Por primera vez en su vida se encontró ante un Dios vivo capaz de entusiasmarla, y por primera vez se entregó a Dios.

La religión es un hecho que nos une a Dios, nos da a Dios, a fin de que seamos seres en Dios, para Dios, con Dios, a fin de que, como consecuencia, nos superemos perdiéndonos en la inmensa Ciudad de Dios, es decir yendo más allá de nuestra vida.

Salir de sí mismo para comenzar a ser

Todos sabemos los males que nos ha causado el “yo”. Hemos vivido prácticamente para el yo y tenemos el corazón vacío. Ustedes conocen los celos, estado espantoso de esclavitud que nos hace poder dilatar el yo, uno se vuelve esclavo de todo, ya no se libera de personas que detesta y que nos odian, porque uno es detestable, siguiendo siempre sus pasos, pegado a sus pies.

El yo es exclusivo, y puesto que no podemos vivir de nosotros mismos, qué más natural que superarnos y salir de nosotros.

Lo que Dios no nos pide que renunciemos a ser sino que comencemos a ser. Y puesto que no somos dueños del universo, aceptemos que Dios lo sea y permanezcamos abiertos para que su plenitud nos llene.

Todas las aspiraciones que palpitan dentro de nosotros, que son el fondo mismo de nuestra naturaleza, aspiraciones al Amor, todo eso que no debemos ahogar, todo podemos realizarlo abandonándonos a Dios.

Ser mirada viva hacia Cristo

Perdemos la vida en la medida en que queremos salvarla ; la salvaremos en la medida en que aceptemos perderla.

El culto de santa Teresita del Niño Jesús está todo en la simple razón de que ella quiso ser NADA y que Cristo fue TODO en ella. En esta dirección debemos pues buscar. No hay otra liberación posible y creo que el resultado de este retiro, si hay alguno, debe ser superar el centro de gravedad de nuestra vida y desplazar el antropomorfismo al teocentrismo.

Perdemos la vida en la medida en que queremos salvarla; la salvaremos en la medida en que aceptemos perderla.

Mientras se trate simplemente de elevarse a fuerza de brazos a la cumbre de una virtud de estoico, no hay ningún interés y hay tanta tensión que uno es más esclavo del yo cuanto más ha querido liberarse. Hay que tener un objetivo suficientemente grande y hermoso ante los ojos como para ser despojado de sí mismo como ante una obra de arte perfecta. Si somos mirada viva hacia Cristo, como lo es Cristo hacia el Padre, entonces estamos salvos: “¿Quieres huir lejos de Dios?”, dice san Agustín, “¡huye en Dios!” y eso es lo que debemos hacer.

Han hecho muchos esfuerzos sin resultado y dicen: “¿Para qué volver a comenzar sobre las mismas bases? Eso no vale la pena, ¡Cristo representa una perfección sobrenatural imposible de alcanzar!” Pero basta con dejarse invadir por Cristo y volver hacia él la mirada en todas nuestras iniquidades y tentaciones. “Hacia ti levanté los ojos” (Ps. 123). Y de esa mirada hacia arriba vendrá el socorro.

Solo nos transformamos cuando somos poseídos por un interés suficientemente grande y bello que nos invade por dentro. La conversión vendrá, no de un ascetismo feroz vuelto contra nosotros mismos, sino de un abandono total en las manos de Dios.

La vocación de una vida

¡Que toda la vida sea para gloria de Dios! Si no queremos, permaneceremos estériles, seremos fracasos, nadie obtendrá nada de nosotros, no podremos beber en la fuente porque Dios no estará en nosotros. Pero si Cristo está en nosotros, todos los ríos del paraíso podrán fluir sobre la tierra, porque Dios está en nosotros. Permanecer siempre anclado en Dios, eso es lo esencial en la vida.

Es bien evidente que si nos presentamos a los demás en el mismo nivel, como rivales, disputándoles un lugar que codiciamos, tendremos la guerra. ¡Pero que Cristo sea nuestra parte! ¡Que cada ser sea para nosotros una fuerza por conquistar haciendo brillar sobre él la sabiduría y la caridad de Cristo, entonces esos seres pedirán nuestras oraciones, tendrán sed de nuestra caridad y se harán discípulos nuestros y discípulos de Dios. “Ya no los llamo servidores míos sino amigos y por eso los envío para que lleven al mundo entero el mensaje de Dios.”

Si ponen en su vida este teocentrismo, acabarán por olvidar que existen y recordarán solamente que él existe, y sabrán que una vida es como la obra de arte que permite ver más lejos. Si unas están llamadas al matrimonio, otras al claustro, otras a la ciencia, esas no son sino particularidades, todas con la misma misión: EXPRESAR A DIOS.

No hay que preocuparse demasiado por esta vocación sino solo por dejar pasar la plenitud de la luz divina. Si no tienen otra ambición que ser Cuerpo de Cristo, su vocación vendrá por sí misma. No hay que ocuparse de lo pasado o de lo futuro, basta vivir plenamente lo presente, viviendo en ustedes la plenitud de Cristo que son ustedes.

Aceptar ser modelado

En la comunión de los santos hay un camino maravilloso que hace que un alma hace lo que hacen los demás y de ahí viene su fuerza. Teocentrismo substituido a nuestro mono centrismo y revelado por estas palabras: “¡Revístanse de Jesucristo!” Piensen en todo el tiempo que llevan arreglándose, vistiéndose, porque aderezo y vestido son expresión de ustedes mismas, de sus gustos e ingenio: así deben ser expresando a Cristo. Revestirse de la Persona de Cristo para que todo lo que digamos y hagamos represente a Cristo y lo comunique.

Y ahora, que Dios termine el trabajo que comenzó, o mejor, pongámonos en sus manos para que nos modele y haga de nosotros la obra de arte que él mismo concibió. Estamos en el taller del escultor, pero él no pondrá la mano en nosotros si nosotros no consentimos, pero si estamos de acuerdo, vendrá a modelarnos con su dulzura y su gran arte infinito.

En vez de decir a la Samaritana que cambiara su vida y se confesara, Jesús le mostró en seguida el camino de la religión, Dios. Y ahí tienen cómo podemos llegar a Dios mirando solo la cumbre y dejándola entrar en nosotros. En Dios hay un socorro perpetuo y si él nos muestra la vida eterna como plenitud de nuestra vida, es porque sabe lo que hace y quiere darnos la vida eterna. Dios es luz y si las tinieblas rechazan la luz, no puede entrar. Queremos darnos, ser mirada viva hacia Jesús antes de ser, por Jesús, dados al Padre y poder dar a Cristo a los hombres. Esa es nuestra misión. El mundo está esperando nuestra salvación y ustedes pueden salvar el mundo.

Dios todo poderoso y eterno que, en la abundancia de tus misericordias superas los méritos y los deseos de los que te suplican, haz de nosotros lo que quisiéramos, concediéndonos lo que no nos atrevemos a pedir.” ‘Oración (colecta) de la misa, 11° domingo después de pentecostés).